viernes, julio 14, 2006

Matías

Matías tiene sueño y ganas de comer un pancho. Si fumara, se prendería un cigarrillo. Está en la estación de trenes, en situación de espera. Nadie lo nota. Nadie debería, tampoco. Sentado en una silla mugrienta, con una mochila negra entre sus piernas, Matías no quiere acordarse de porqué tiene que hacer este viaje.
Andén 5. Lacroze hiede. El tren llega y Matías no sabe si subirse o esperar algún tipo de orden. Una vieja le pasa por al lado y entra al vagón. Matías la sigue, sin querer. Siete horas y estará de vuelta en su casa. Qué cagada, piensa.

5 comentarios:

Dardo dijo...

Cuando vivía en el campo (porque sí, yo le daba de comer a los chanchos), esperaba el viaje mensual a Capital cual niño de cinco años esperando a Papá Noel.
Y no había nada tan malo como el domingo a las 17, cuando faltaban sólo dos horas para volver a casa.

Ahora que vivo en Capital, no extraño en lo más mínimo el campo. Las estrellas no se ven igual, es cierto. Y el agua sabe a lavandina. Los árboles ya no son siempre los mismos.
Pero los domingos a las 17 ya no me angustio más. Y eso es bueno.

Natalia J. dijo...

qué espera?
porqué la sigue?
qué tenía en la mochila??
cuantas dudas!!!

saludos!

Pato dijo...

Matias sigue a la vieja porque necesitaba ver que hacia otro ser vivo, y hacer lo mismo.
En la mochila había algo de ropa.
Y espera la hora de que llegue el tren, porque llego demasiado temprano a la estacion. Es que tampoco tenia demasiado para hacer...

Roma dijo...

al colegio?
a trabajar?
quien sabe....

salut!

YoHan Mani Mamut dijo...

ME dio pena . casi casi me deprimo.


En fin un saludo y graciaspor pasr por mi blog ..

P.D. segui haciendolo . jejej